Si alguien se siente identificado, yo no me hago cargo.
Hoy en día parecería que todos
tendemos hacia un mismo camino, o apuntamos hacia una misma forma de desarrollo
o crecimiento personal. Desde pequeños se nos inculca la estructura que debe
tener nuestra vida:
Completar la escuela, seguir una
carrera, conocer a una chica buena, trabajar en una empresa, hacer carrera,
casarse, tener hijos, mantenerse en el trabajo, ser abuelo, y envejecer lo
mejor posible hasta que la muerte nos alcance lo mas tarde posible.
Pero lo que no nos damos cuenta
es que la vida está llena de imprevistos que seguramente alterarán nuestros
planes rotundamente, o que los truncarán del todo. La vida está llena de “accidentes”,
situaciones inesperadas y lamentablemente también de nuestra amiga que nos
sigue a todos lados, la parca. No tenemos forma de saber de antemano cuando se
va a terminar nuestra vida. Parecería que por eso mismo buscamos a toda costa
movernos en ámbitos y situaciones donde el riesgo de perder la vida sea el
mínimo posible, es decir donde la posibilidad de que suceda algún accidente sea
lo mas cercana a 0, y evitamos involucrarnos en cualquier circunstancia que
ponga en riesgo nuestra vida, es decir nos volvimos unos cobardes.
Es por esto que nos creamos estructuras
mentales y cotidianas, que nos llevan a circular por la vida y por el mundo
prácticamente sin sobresaltos. Esas estructuras son mejor conocidas como “rutinas”.
La rutina es una estructura
mental que nos formamos para evitar encontrarnos con cosas nuevas, posiblemente
malas o desagradables, o que simplemente nos dan miedo. La rutina se ve en
todo, desde lo que hacemos en el día a día, los lugares donde vacacionamos, los
amigos que frecuentamos, las cosas que hacemos y como las hacemos. Cuando
vivimos una vida rutinaria buscamos seguir siempre el mismo camino pre armado y
pre estructurado, si concretamos una salida con amigos, solemos ir a un lugar
conocido, evitamos aquellos sitios donde pueda haber personas que no
conozcamos, o comemos constantemente las mismas comidas, el mismo menú semanal,
cada siete días, por miedo a tener que probar algo que no nos guste. Esos son
varios ejemplos de como nos creamos una vida rutinaria. Como nos creamos
nuestra propia jaula.
Generalmente vida rutinaria y
sedentarismo van de la mano pero no necesariamente.
Al aceptar una vida rutinaria
buscamos básicamente evitarnos sorpresas, vivir mas cómodamente y en este
sentido respondemos a nuestros miedos, y nos dejamos guiar por ellos.
Pero no nos damos cuenta que
justamente son las cosas nuevas las que nos hacen crecer como personas,
desarrollarnos, intelectual, emocional y socialmente. Son los nuevos desafíos y
las nuevas aventuras lo que nos exige a hacer uso de nuestro habilidades, de
nuestras experiencias previas y de nuestra inteligencia. Básicamente son las
cosas nuevas las que nos mantienen vivos. En pocas palabras lo que intento
decir es que es muy importante hacer un esfuerzo por escaparle a la rutina. El
solo hecho de intentarlo demuestra que aun nuestra voluntad no fue derrotada
por las fuerzas del sopor.
Como decía antes nos hemos vuelto
unos cobardes, que dejamos de hacer cosas por el riesgo que esas cosas
conllevan, porque nos dejamos gobernar por el miedo último que es el miedo a
perder la vida.
Pero, ¿cómo escapamos de la
rutina? ¿O cómo salimos de esas estructuras mentales que nosotros mismos nos formamos?
La respuesta es simple,
forzándonos a cambiar. A aceptar nuevas cosas, nuevos desafíos.
La mejor forma de escapar de la
rutina es sin lugar a dudas viajando. Los mayores cambios son los que nos hacen
salir mas fácilmente de la rutina, aquellos que nos ponen en puntas de pies, que
nos hacen levantar los oídos, y abrir bien los ojos. El mejor ejemplo es
viajar, cambiar de trabajo, de pareja, de vivienda. Pero admito que el viajar
es un lujo que no todos pueden darse, ya sea por cuestiones monetarias,
sociales u otras, pero para aquellos que pueden darse el lujo de viajar y no lo
hacen, en mi humilde opinión eso es un pecado.
También se puede escapar de la
rutina en los actos mas pequeños y cotidianos. Por ejemplo cambiar la rutina
puede consistir en salir a lugares nuevos, con nuevos amigos/ as. Probar platos
diferentes, empezar a hacer cosas con la mano menos hábil, practicar sexo en
una nueva posición, cambiar el camino que tomamos todos los días al trabajo,
etc, etc. Las posibilidades son infinitas, lo que importa es mantener
constantemente el cerebro despierto y atento, forzándolo a no estancarse, no
dejarse estar.
Uno nunca debe sentirse cómodo.
Sentirse realizado completo, es sinónimo de quietud, del “ya está”. La vida
debe ser un constante desafío, una vida sin desafíos, sin exigencias, una vida
rutinaria y eso para mí es igual a la muerte.
¿Se acuerdan cuando fueron a un
zoológico? Esos bichos que no tienen preocupación alguna, tienen un techo,
comida y están salvados de ser morfados por un depredador mas grande que ellos,
uno diría: “es la vida perfecta, ¿no? No les falta nada, y no tienen
preocupación. Sin embargo están hastiados y se les ve en los ojos, se nota a
kilómetros que no están contentos, que prefieren estar en la selva, o en la
sábana o en donde sea, pero donde puedan vivir su vida, pasar hambre y frío
pero ser libres. No me puedo sacar de la cabeza la imagen del oso polar en el
zoo de Buenos Aires, o el tigre de Bengala en otro lugar, desesperados
caminando de una punta a la otra de la jaula, como queriendo gastar sus
energías, desesperados por salir de esa jaula y correr y correr. Enfrentar a la
vida, a la muerte, rebuscárselas todos los días para comer y tener donde
dormir, sin saber que mierda van a encontrar a la vuelta de la esquina. De eso
se trata vivir, ¿no?
En el mundo moderno nosotros
construimos nuestra propia jaula, nos encerramos en paredes de rutinas,
convenciones sociales y comportamientos aprendidos y repetidos sin pensar.
Evitamos a toda costa encarar nuevos horizontes, plantearnos nuevos desafíos,
exigirnos a nosotros mismos. Buscamos simplemente llegar a un estado óptimo de
comodidad, que requiera de nosotros el menor esfuerzo posible, y que nos
garantice una vida larga y tranquila. Como si el éxito de una vida se midiese
por la cantidad de horas que uno vive, y no por la calidad de esas horas
vividas. Para resumirlo con una frase trillada “La vida no se mide por la
cantidad de respiros, sino por los momentos que te quitan el aliento”.
Si todavía no se cansaron de leer, recomiendo que lean el post "Sobre el miedo y los viajes".