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Nueva Zelanda esta llegando a su fin. Y si después de 9 meses de compartir mis días con señoriítos y señoritas de acento extraño, buenos modales, un siempre inoportuno eructo, manzanas, no pocas semanas de mal clima; algo de snowboard y de ski, un buen momento para conocer lindas montañas y lindas playas, muchos kiwis que nunca vimos, muchas ovejas, después de conocer muchas personas interesantes de todas partes del mundo, en miles de hostels, y habitaciones, después de recorrer cientos de kilómetros por estas tierras, donde tuvimos la oportunidad de conocer nuevos amigos, y conocernos mas a nosotros mismos; estamos por dejar un país que nos recibió muy bien, nos dio trabajo y casa a un ritmo semanal por 9 meses.

Llego la hora de dejar todas estas alegrías y pasar al próximo país de esta aventura, que desconocemos como nos recibirá y como van a ser las condiciones por esos pagos.

Con visa de turista en mano, una mochilita que cada día tiene menos cosas y de la que estoy muy orgulloso, un único par de zapatillas, una carpita, algo mas de plata en la billetera, y pasajes muy baratos para un vuelo transoceánico en un hidroavión de la segunda guerra, nos estamos mudando al país de los animalejos extraños y venenosos, la mala comida, y el país mas conocido como la gran colonia de ladronzuelos. Si, ya adivinaron me estoy yendo a Australia por el breve periodo máximo de 3 meses, estipulado por la visa que nos otorgo ese amable país.

Disfrutamos mucho de Nueva Zelanda y las oportunidades que nos dio, y a pesar de no haberlo recorrido en su totalidad, a veces nos da la sensación de que no hay mucho mas para ver. Entonces con algo de ahorros en la cuenta de banco, con muchas ganas de emprender una nueva aventura, y de conocer un nuevo país, y un nuevos amigos/as, llego la hora de mudarse a nuevos pagos.

Solo la histérica pareja del Lic. Destino y la Doña fortuna sabe como nos va a ir por esos lares. Pero desde ya contamos con la experiencia de estos nueve meses, que nos abrieron bastante la cabeza, nos llenaron de paciencia el duodeno, y avivaron un poco nuestras lenguas en el idioma de Shakespeare y de Benny Hill.

De cómo nos vaya en Australia depende el futuro de nuestros viajes por el anhelado sudeste asiático. Si la cosecha no es buena, la vuelta a casa será rápida y silenciosa como el beso de la muerte en la hoja de una guillotina, en cambio si la diosa fortuna esta de nuestro lado el regreso a casa se podrá extender indefinidamente como lo haría un experimentado verdugo medieval con la vida de un condenado.

Deséennos suerte.