Monday, November 4, 2013

Por la plata baila ...

Mierda. Ríos de mierda. Caca color marrón, verde, amarilla, líquida, pegajosa y maloliente solo como la mierda puede ser.
Cascadas y cascadas de orina caliente. El color ya lo conocen, podría decirles como huele y hasta el gusto pero vamos a omitirlos.
Y miles, y miles de tetas. De todos los colores y tamaños. Grandes, chicas, medianas, con forma de misil, aplastaditas; blanquitas, morenas, rosáceas. De todos los gustos y colores habidos y por haber.
Si, podría parecer una pesadilla, o una fantasía sexual escatológica de esas que no discutimos ni con amigos, ó ambas dos; pero no, es sólo mi trabajo.
Y sí, adivinaron estoy trabajando en un tambo. 



Wednesday, June 19, 2013

La rutina y otros flagelos de la modernidad

 Si alguien se siente identificado, yo no me hago cargo.

Hoy en día parecería que todos tendemos hacia un mismo camino, o apuntamos hacia una misma forma de desarrollo o crecimiento personal. Desde pequeños se nos inculca la estructura que debe tener nuestra vida:
Completar la escuela, seguir una carrera, conocer a una chica buena, trabajar en una empresa, hacer carrera, casarse, tener hijos, mantenerse en el trabajo, ser abuelo, y envejecer lo mejor posible hasta que la muerte nos alcance lo mas tarde posible.

Pero lo que no nos damos cuenta es que la vida está llena de imprevistos que seguramente alterarán nuestros planes rotundamente, o que los truncarán del todo. La vida está llena de “accidentes”, situaciones inesperadas y lamentablemente también de nuestra amiga que nos sigue a todos lados, la parca. No tenemos forma de saber de antemano cuando se va a terminar nuestra vida. Parecería que por eso mismo buscamos a toda costa movernos en ámbitos y situaciones donde el riesgo de perder la vida sea el mínimo posible, es decir donde la posibilidad de que suceda algún accidente sea lo mas cercana a 0, y evitamos involucrarnos en cualquier circunstancia que ponga en riesgo nuestra vida, es decir nos volvimos unos cobardes.

Es por esto que nos creamos estructuras mentales y cotidianas, que nos llevan a circular por la vida y por el mundo prácticamente sin sobresaltos. Esas estructuras son mejor conocidas como “rutinas”.

La rutina es una estructura mental que nos formamos para evitar encontrarnos con cosas nuevas, posiblemente malas o desagradables, o que simplemente nos dan miedo. La rutina se ve en todo, desde lo que hacemos en el día a día, los lugares donde vacacionamos, los amigos que frecuentamos, las cosas que hacemos y como las hacemos. Cuando vivimos una vida rutinaria buscamos seguir siempre el mismo camino pre armado y pre estructurado, si concretamos una salida con amigos, solemos ir a un lugar conocido, evitamos aquellos sitios donde pueda haber personas que no conozcamos, o comemos constantemente las mismas comidas, el mismo menú semanal, cada siete días, por miedo a tener que probar algo que no nos guste. Esos son varios ejemplos de como nos creamos una vida rutinaria. Como nos creamos nuestra propia jaula.

Generalmente vida rutinaria y sedentarismo van de la mano pero no necesariamente.

Al aceptar una vida rutinaria buscamos básicamente evitarnos sorpresas, vivir mas cómodamente y en este sentido respondemos a nuestros miedos, y nos dejamos guiar por ellos.

Pero no nos damos cuenta que justamente son las cosas nuevas las que nos hacen crecer como personas, desarrollarnos, intelectual, emocional y socialmente. Son los nuevos desafíos y las nuevas aventuras lo que nos exige a hacer uso de nuestro habilidades, de nuestras experiencias previas y de nuestra inteligencia. Básicamente son las cosas nuevas las que nos mantienen vivos. En pocas palabras lo que intento decir es que es muy importante hacer un esfuerzo por escaparle a la rutina. El solo hecho de intentarlo demuestra que aun nuestra voluntad no fue derrotada por las fuerzas del sopor.  

Como decía antes nos hemos vuelto unos cobardes, que dejamos de hacer cosas por el riesgo que esas cosas conllevan, porque nos dejamos gobernar por el miedo último que es el miedo a perder la vida.

Pero, ¿cómo escapamos de la rutina? ¿O cómo salimos de esas estructuras mentales que nosotros mismos nos formamos?

La respuesta es simple, forzándonos a cambiar. A aceptar nuevas cosas, nuevos desafíos.

La mejor forma de escapar de la rutina es sin lugar a dudas viajando. Los mayores cambios son los que nos hacen salir mas fácilmente de la rutina, aquellos que nos ponen en puntas de pies, que nos hacen levantar los oídos, y abrir bien los ojos. El mejor ejemplo es viajar, cambiar de trabajo, de pareja, de vivienda. Pero admito que el viajar es un lujo que no todos pueden darse, ya sea por cuestiones monetarias, sociales u otras, pero para aquellos que pueden darse el lujo de viajar y no lo hacen, en mi humilde opinión eso es un pecado.

También se puede escapar de la rutina en los actos mas pequeños y cotidianos. Por ejemplo cambiar la rutina puede consistir en salir a lugares nuevos, con nuevos amigos/ as. Probar platos diferentes, empezar a hacer cosas con la mano menos hábil, practicar sexo en una nueva posición, cambiar el camino que tomamos todos los días al trabajo, etc, etc. Las posibilidades son infinitas, lo que importa es mantener constantemente el cerebro despierto y atento, forzándolo a no estancarse, no dejarse estar.

Uno nunca debe sentirse cómodo. Sentirse realizado completo, es sinónimo de quietud, del “ya está”. La vida debe ser un constante desafío, una vida sin desafíos, sin exigencias, una vida rutinaria y eso para mí es igual a la muerte.

¿Se acuerdan cuando fueron a un zoológico? Esos bichos que no tienen preocupación alguna, tienen un techo, comida y están salvados de ser morfados por un depredador mas grande que ellos, uno diría: “es la vida perfecta, ¿no? No les falta nada, y no tienen preocupación. Sin embargo están hastiados y se les ve en los ojos, se nota a kilómetros que no están contentos, que prefieren estar en la selva, o en la sábana o en donde sea, pero donde puedan vivir su vida, pasar hambre y frío pero ser libres. No me puedo sacar de la cabeza la imagen del oso polar en el zoo de Buenos Aires, o el tigre de Bengala en otro lugar, desesperados caminando de una punta a la otra de la jaula, como queriendo gastar sus energías, desesperados por salir de esa jaula y correr y correr. Enfrentar a la vida, a la muerte, rebuscárselas todos los días para comer y tener donde dormir, sin saber que mierda van a encontrar a la vuelta de la esquina. De eso se trata vivir, ¿no?

En el mundo moderno nosotros construimos nuestra propia jaula, nos encerramos en paredes de rutinas, convenciones sociales y comportamientos aprendidos y repetidos sin pensar. Evitamos a toda costa encarar nuevos horizontes, plantearnos nuevos desafíos, exigirnos a nosotros mismos. Buscamos simplemente llegar a un estado óptimo de comodidad, que requiera de nosotros el menor esfuerzo posible, y que nos garantice una vida larga y tranquila. Como si el éxito de una vida se midiese por la cantidad de horas que uno vive, y no por la calidad de esas horas vividas. Para resumirlo con una frase trillada “La vida no se mide por la cantidad de respiros, sino por los momentos que te quitan el aliento”.

En concreto, no creo que tener garantizado, el techo, la comida y la vida hasta que se nos caigan los dientes pueda llamarse vida. Una existencia sin sobresaltos, sin exigencias es lo mismo que vivir encerrados en una jaula. Con toda la seguridad, la tranquilidad y la comodidad que eso nos pueda llegar a traer. 

Si todavía no se cansaron de leer, recomiendo que lean el post "Sobre el miedo y los viajes".

Saturday, April 13, 2013

Un mes después


Hace ya un mes desde que nuevamente deje la ciudad la furia y ha pasado mucha agua por debajo del puente.

Antes que nada sepan disculpar la demora y lo largo del blog.

Empecemos por el principio. 

Viajar, no es sólo conocer un país diferente, ver monumentos y sitios históricos o dejarse perder por caminos inexplorados. También se trata sobre salir de tu círculo de gente conocida (¡NO ESTOY DICIENDO QUE TENGA NADA DE MALO!!!), conocer nuevas personas, nuevas formas de relacionarse, de encarar las cosas, básicamente gente que nos pueda llegar a enseñar algo nuevo. Entiendan que viniendo de una persona bastante “antisocial” y solitaria, que no se siente cómoda en un boliche, y que no tiene problema en ir solo al cine, a la playa, o salir a caminar acompañado solo por el reflejo de la luna, llegar a esto es todo un hito. Pero sí, hacer nuevos amigos, es parte importante del viajar.  Quizás una de las mas importantes. Los amigos que uno hace viajando son amigos de por vida, porque se comparten experiencias únicas y el vínculo se hace fuerte ante las dificultadas inherentes que tiene el viajar. También la gente que conocemos cuando viajamos nos ayuda a descubrir un mundo nuevo.

Llegué a Sydney después de 16 largas horas de viaje y como viviendo en un deja vu trate de recordar como moverme por las calles de Sydney para encontrar el bendito hostel que había reservado unos días antes por Internet, el hostel mas barato que la red de redes me permitió ubicar desde la distancia. La memoria me fallo y los sentidos me traicionaron y me costó encontrar el edificio que contenía el cuarto con ocho camas y que albergaría mi cuerpo cansado entre las calles de esta hermosa ciudad y su no menos impresionante bahía. Y caminar sin rumbo con una mochila de 25 kilos en los hombros no es la fantasía de nadie.  

Lamentablemente la mayoría de los hostels en Sydney parecen inspirados en el cubismo norcoreano. Grandes edificios, con cientos de cuartos, y en cada cuarto todas las camas que se puedan apilar. El resultado una institución completamente despersonalizada y antisocial, nadie conoce a nadie. Personalmente prefiero versiones mas chicas, así que cuando me dijeron que la mañana siguiente tenía que dejar el hostel, por falta de lugar, no me disgusto demasiado la noticia. Aproveché para darle una nueva oportunidad a Couchsurfing. Para los que no lo conocen Couchsurf es una red social que ayuda a acercar a individuos dispuestos a compartir su casa, y mostrarle la ciudad a perfectos desconocidos, y visitantes de otros países / regiones buscando un techo donde quedarse y porque no, un nuevo amigo.

A través de la página, y un poco de forma urgente ya que tenía que conseguir donde quedarme la noche siguiente, me puse en contacto con un tipo que me pidió encontrarnos en la ciudad para conocernos, antes de dejarme entrar en su casa.
Así es como conocí a Rowen, australiano cincuentaynueveañero, de cara simpática  y medio regordete, aeromozo / oficial de a bordo o como quieran llamarlo, retirado de Qantas. Y algo más, gay. Me contó un poco lo que hacía, y aprovecho para  presentarme a otro couchsurfer que se estaba quedando con él hacía ya mas de un mes, Dudley. Un inglés que versa los dieciocho inviernos, que como muchos de sus compatriotas escapaba de una vida dificil en la madre Inglaterra, hacia un lugar mas caluroso y acogedor que las frías y húmedas calles de Southampton. Heterosexual. Parece haber vivido mas de una vida, lleva su pelo rubio largo, y una extraña barba tipo vikinga, juega el papel de tipo rudo y curtido de los barrios bajos southhampeteros???. Juntos parecen una dupla salida de una película de Alex de la Iglesia. Una dupla dinamitera.

Decir que la futura convivencia con estos raros ejemplares de la viña del señor me causaba preocupación es quedarse corto.  Pero la necesidad de tener un techo y un sillón donde dormir, y el deseo de escaparle a la futura alienización a través de los hostel, pudo mas que mi miedo a ser sodomizado.

Al llegar a la casa, el panorama no fue mas alentador. Nos recibió alegre una mezcla de lassie con pequinés, Gidget, en un comedor rodeado por peceras y cachivaches por todos lados. Miedo.

Además del sillón prometido, Rowen no tenía problemas en darnos de comer y si necesitaba ayuda, de proveernos de trabajo, limpiando los deptos que alquilaba.

Rowen, Gidget, Agus y Dudley (con el pelo corto)
Los primeros días pasaron sin pena ni gloria, y la convivencia fue muy buena. Rowen y Dudley aprovechaban los fines de semana para salir en el auto básicamente a cartonear. La gente de Sydney deja en la calle las cosas que ya no usa, desde viejas escobas a televisores plasma que no andan, y ellos aprovechaban la generosidad de sus vecinos, para acumular mas y mas cachivaches en la casa, pronto me di cuenta que esto era una suerte de adicción. Pero también advertí que nadie planeaba adormecerme con un algodón mojado en éter y hacerme su gimp. Fue entonces cuando empecé a disfrutar y a valorar la compañía de esta gran persona y su secuaz. Rowen no tiene problema alguno en dejar entrar a su casa a mochileros de todo el mundo. Realmente un gran tipo, abierto, sincero y sencillo.

En un principio el plan era quedarme en la casa de Rowen dos o tres días que terminaron convirtiéndose en mas de diez. Aproveché esta gran ayuda que me brindo mi nuevo amigo, para dedicarme a la búsqueda laboral.

Dejé la comodidad del hogar pasajero detrás de un supuesto laburo permanente que no resultó ser tan así, pero que me obligó a mudarme al norte de la ciudad, al equivalente al Tigre de Sydney, que es Avalon, donde estoy ahora, nuevamente en la búsqueda de un trabajo permanente, y donde por el momento me mantengo haciendo changas, surfeando y mejorando mi castellano.

También pude compartir con mi hermano de viajes y su novia un par de días que nos sirvieron para ponernos al tanto, y desearnos la mejor de las suertes en el viaje que cada uno emprende por diferentes caminos.


Lo bueno de Australia es que dos días de trabajo son mas que suficientes para pagar mi alojamiento y comida, así que ando sin demasiado apuro. 

Esperando que poco a poco pasen los días para la llegada de mi gordita, Mai que cada día que pasa falta menos para que se sume a este nuevo viaje.


Hasta ahí las novedades. Prometo mantenerlos al tanto. 


Tuesday, February 12, 2013


Como ocasionado por un extraño signo del horóscopo o quizás relacionado con el poder gravitatorio de un astro desconocido, el primer domingo de cada mes, y la primera noche de luna llena por las callecitas de Buenos Aires se da un hecho inédito e inexplicable.
Una víbora inmensa sin cabeza, ni cola, serpentea interminable por los barrios porteños anárquica y sin sentido aparente.
Su cuerpo está compuesto por escamas por miles de colores, de diferentes edades, lugares y orígenes sociales, su forma va cambiando para adaptarse al camino por el que circula. A veces es gruesa como una avenida y larga como una cancha de fútbol, otras no es más ancha que una callecita normal, aunque larga como un tren de carga. Pero para la gran mayoría de testigos que la han visto pasar su volumen es indescifrable e inabarcable. Nadie sabe cuantas cuadras ocupa, donde empieza ni donde termina, pero todos reconocen que es gigantesca y a su vez impresionante.
Circula por las calles derrochando “buena onda”, alegría y en plena paz. Recorre a paso lento pero incansable, como si de pasear se tratase, los diferentes barrios de la ciudad, sin rumbo definido y con final desconocido. Solo se sabe que el origen de tan mágica aparición es el gran Obelisco porteño.
Aquellos transeúntes que la ven pasar por primera vez quedan atónitos ante semejante imagen: “¿qué significa esto?, ¿por qué está acá? ¿cómo llegó y a dónde va? Y no pocos preguntan,  ¿cómo formo parte de ella?”.
En su vientre están las esperanzas de todos los que sueñan con una ciudad distinta, quizás hasta con un mundo mejor. Lleva niños y gente mayor, jóvenes y no tan jóvenes y gente de todos los sexos. No hay ricos, ni pobres; no se trata de una tribu urbana, o de un partido político. Todos viajan mezclados en su estómago sin ningún sentido ni orden y es imposible distinguir el uno del otro. Todos tienen algo en común: fluyen por las calles y avenidas montados sobre bicicletas, tablas de skate, patines y otros medios con el denominador común que no usan mas fuerza que la fuerza de sus piernas y el calor de la sangre de su dueño. 
Todos comparten un sueño, ese sueño es que algún día todos usemos un medio de transporte mas sencillo, menos contaminante, menos violento y mas amigable, y que así construyamos de a poco un mundo mejor. 

Todo fluye. Todos somos MASA CRITICA.
Agus Claret